EL REGRESO
La señora
Catalina no habla inglés, y eso que a
Santa Catalina va mucho americano. Cuando
llega alguien de habla hispana, debe de
aprovechar porque cuando nos preparó el desayuno, ella se hizo una taza y se
sentó en la barra de su cocina a charlar con nosotros. Parece que tenía ganas.
Amaneciendo cayó una buena tormenta y en el
comedor, al exterior en la zona más alta
de este hotel de casitas, hacía algo de fresquito. Desde aquí veíamos el mar al frente y a lo lejos.
¡Unmmm! No hay nada mejor que un café con leche, muy calentito, tostadas o yogurt
con granola (cereales) o tortilla…y una buena charla.
Me gustó
oírla porque vocalizaba muy bien y me
enteraba de todo lo que decía, por lo que
era facil dialogar con ella. Y es que normalmente me cuesta entender lo
que la gente dice, aquí.
La señora
Catalina nos cuenta que éste país ha
cambiado mucho en diez años, que los gobiernos son corruptos, que si el blanqueo de dinero, que si la
especulación… van a llevar al país en el futuro a una ruina (¿de qué me suena esto?) porque todo lo
que se está haciendo de tanta
construcción, el metro, etc, etc.. habrá que pagarlo; que la gente no sabe lo
que vota… Que la policía es muy corrupta y sobre todo con los extranjeros, y
nos cuenta historias de polis y extranjeros que le han contado los que llegan,
como nosotros a Santa Catalina. Hablamos del clima tan bochornoso de Panamá, difícil de soportar… en fin, un buen café con
tertulia.
Después de
pagar y abandonar nuestra casita, bajamos a la tasca del señor Roberto a que
nos echara la gasolina y por el camino vimos a Robocop en una de las barras de
un bar, con la misma camiseta celeste y pantalones de cuadros del día anterior.
Deducimos que seguía celebrando el día del padre.
Teníamos
gasolina y un par de horas de carretera con curvas por delante. Íbamos a Santa
Fé, un pueblito que es conocido por sus orquídeas, por sus rutas de senderismo
y sus cascadas.
Volvíamos
despacio y parando, como a la ida y a cada instante, porque las gallinas (casi suicidas) decidían cruzar
cuando veían un coche.
En una de
las aldeas por las que pasamos (¡mierda! tenía que haber apuntado el nombre) la
carretera estaba cortada por los niños y niñas, con sus madres, de la escuela.
La administración les debe la comida del medio día que se da al alumnado desde hace ya cuatro
años
Con varias
pancartas pidiendo el dinero, pretendían que alguna autoridad llegara a la
aldea y pudieran negociar el pago que se
les debía.
Hacía un
calor, pero un calor…insoportable, casi mareante, y esos niños y niñas
uniformados y con sus madres estaban sentados en medio de la carretera cantando
cancioncillas pidiendo justicia.
Todas las
personas de los coches, camionetas y metro-buses que circulaban, paramos los motores y nos bajamos a
esperar colocándonos debajo de los arboles. El conductor del metro-bus fue
devolviendo el dinero a los pasajeros que así lo querían y éstos podían irse
caminando hasta la aldea más cercana y allí coger otro metro-bus.
No hacía ni
diez minutos que había bajado del coche y yo ya estábamos con la ropa pegada al
cuerpo de sudor por éste clima tan bochornoso. No entiendo cómo, los
manifestantes podían estar sentados en la carretera. A los niños
y niñas les daban una bolsita con hielo aliñado con algún sabor, que ellos mordían para romper y
chupar el caldillo fresquito. Pero aún así me parecía insoportable.
Marta decía
que aquí no iba a venir nadie a negociar y empezamos a agobiarnos un poco.
Efectivamente, cuando después de tres cuartos de hora llegaron las fuerzas
especiales armados hasta los dientes para disolver semejante manifestación y
abrir la carretera, no esperamos a comprobar como se resolvía el tema y salimos disparados a Santa Fé.
¡¡Que camino
más pesado hasta Santa Fé!! Con el mapa que nos dieron comprobamos que es un lugar para llegar
temprano, por la mañana a hacer senderismo y volver. Eran más o menos las dos,
(aquí como media tarde) y ya no íbamos a hacer ninguna ruta, así que cansados y algo defraudados por no poder ver las cataratas y disfrutar de la selva decidimos que lo más sensato era comer e irnos.
Comimos en
la minúscula estación de metro-bus el menú obrero que consiste en pollo frito o guisado o carne de puerco o res
guisada, con arroz cocido y poroto (judías pintas cocinadas). Marta se metió
entre pecho y espalda todo ese plato tan consistente. Si nos dan pan ¡hasta
rebaña el plato! Pepe no lo terminó del todo y yo, con el pollo y un poco de
arroz ya estaba más que harta.
Nos refrescamos
en el rio y nos fuimos a Santiago, al Gran David. Nos esperaba la comodidad de
un hotel (a lo occidental) y una piscina.
Después de
ducharnos y pasar un rato en la piscina, Pepe me dijo con un suspiro
-La selva está
muy bien pero como la civilización…
Continuará…
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