lunes, 24 de junio de 2013

 
EL REGRESO
 
La señora Catalina no habla inglés, y eso que  a Santa Catalina va mucho americano.  Cuando llega alguien  de habla hispana, debe de aprovechar porque cuando nos preparó el desayuno, ella se hizo una taza y se sentó en la barra de su cocina a charlar con nosotros. Parece que tenía ganas.
Amaneciendo cayó una buena tormenta  y en el comedor, al exterior en la zona más alta de este hotel de casitas, hacía algo de fresquito. Desde aquí veíamos el mar al frente y a lo lejos. ¡Unmmm! No hay nada mejor que un café con leche, muy calentito, tostadas o yogurt con granola (cereales) o tortilla…y una buena charla.
Me gustó oírla porque vocalizaba muy bien  y me enteraba de todo lo que decía, por lo que  era facil dialogar con ella. Y es que normalmente me cuesta entender lo que la gente dice, aquí.
La señora Catalina nos cuenta que éste  país ha cambiado mucho en diez años, que los gobiernos son corruptos,  que si el blanqueo de dinero, que si la especulación… van a llevar al país en el futuro a una  ruina (¿de qué me suena esto?) porque todo lo que se está haciendo  de tanta construcción, el metro, etc, etc.. habrá que pagarlo; que la gente no sabe lo que vota… Que la policía es muy corrupta y sobre todo con los extranjeros, y nos cuenta historias de polis y extranjeros que le han contado los que llegan, como nosotros a Santa Catalina. Hablamos del clima tan bochornoso de Panamá,  difícil de soportar… en fin, un buen café con tertulia.
Después de pagar y abandonar nuestra casita, bajamos a la tasca del señor Roberto a que nos echara la gasolina y por el camino vimos a Robocop en una de las barras de un bar, con la misma camiseta celeste y pantalones de cuadros del día anterior. Deducimos que seguía celebrando el día del padre.
Teníamos gasolina y un par de horas de carretera con curvas por delante. Íbamos a Santa Fé, un pueblito que es conocido por sus orquídeas, por sus rutas de senderismo y sus cascadas.
Volvíamos despacio y parando, como a la ida y a cada instante, porque  las gallinas (casi suicidas) decidían cruzar cuando veían un coche.
En una de las aldeas por las que pasamos (¡mierda! tenía que haber apuntado el nombre) la carretera estaba cortada por los niños y niñas, con sus madres, de la escuela. La administración les debe la comida del medio día  que se da al alumnado desde hace ya cuatro años
Con varias pancartas pidiendo el dinero, pretendían que alguna autoridad llegara a la aldea y pudieran  negociar el pago que se les debía.
Hacía un calor, pero un calor…insoportable, casi mareante, y esos niños y niñas uniformados y con sus madres estaban sentados en medio de la carretera cantando cancioncillas pidiendo justicia.
Todas las personas de los coches, camionetas y metro-buses que circulaban, paramos los motores y nos bajamos a esperar colocándonos debajo de los arboles. El conductor del metro-bus fue devolviendo el dinero a los pasajeros que así lo querían y éstos podían irse caminando hasta la aldea más cercana y allí coger otro metro-bus.
No hacía ni diez minutos que había bajado del coche y yo ya estábamos con la ropa pegada al cuerpo de sudor por éste clima tan bochornoso. No entiendo cómo, los manifestantes podían estar sentados en la carretera.  A los niños y niñas les daban una bolsita con hielo aliñado con  algún sabor, que ellos mordían para romper y chupar el caldillo fresquito. Pero aún así me parecía insoportable.
Marta decía que aquí no iba a venir nadie a negociar y empezamos a agobiarnos un poco. Efectivamente, cuando después de tres cuartos de hora llegaron las fuerzas especiales armados hasta los dientes para disolver semejante manifestación y abrir la carretera, no esperamos a comprobar como se resolvía el tema y  salimos disparados a Santa Fé.
¡¡Que camino más pesado hasta Santa Fé!! Con el mapa que nos dieron  comprobamos que es un lugar para llegar temprano, por la mañana a hacer senderismo y volver. Eran más o menos las dos, (aquí como media tarde) y ya no íbamos a hacer ninguna ruta, así que cansados y algo defraudados por no poder ver las cataratas y disfrutar de la selva decidimos que lo más sensato era comer e irnos.
Comimos en la minúscula estación de metro-bus el menú obrero que consiste en  pollo frito o guisado o carne de puerco o res guisada, con arroz cocido y poroto (judías pintas cocinadas). Marta se metió entre pecho y espalda todo ese plato tan consistente. Si nos dan pan ¡hasta rebaña el plato! Pepe no lo terminó del todo y yo, con el pollo y un poco de arroz ya estaba más que harta.
Nos refrescamos en el rio y nos fuimos a Santiago, al Gran David. Nos esperaba la comodidad de un hotel (a lo occidental) y una piscina.
Después de ducharnos y pasar un rato en la piscina, Pepe me dijo con un suspiro
-La selva está muy bien pero como  la civilización…
 
Continuará…
 
 



 
 
 
 
 
 


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