lunes, 14 de septiembre de 2015

PROVINCIA DE CHIRIQUÍ



1 PLAYA DE LAS LAJAS

Salimos temprano porque nos esperaban unas cuatro horas para llegar a la Playa de las Lajas. Como a una hora de camino  hicimos una parada obligada en “Quesos Chela”.  Es  un comercio de carretera de venta de empanadillas, chichas o jugos… deliciosos. Tuvimos  que hacer algo de cola para hacernos con nuestras empanadillas de queso y pollo.  Sería nuestro desayuno en el pueblo de Natá con los jugos de maracuyá, limón y zarzamora.
El pueblo de Natá es el tercero más antiguo que se fundó cuando los españoles llegaron a colonizar. Su plaza de la iglesia en honor a Santiago es lo más bonito del pueblo y ya que estaba abierta, entramos a verla. Es de principios del siglo XVI y se conserva  estupendamente.  Tiene cuatro naves y en las dos exteriores hay dos  zonas de entrada del exterior con grandes puertas. Las cuatro estaban abiertas de par en par dando luz y aire a la iglesia. Tiene bastantes tallas y las sacan para hacer representaciones con motivo de la semana santa, navidad y otras fiestas locales. El altar es de madera y algo plata pero lo más impactante es que delante de éste  a la izquierda y mirando a los fieles hay dos sillas donde están sentados los figuras a tamaño natural con túnicas de raso,  muy tiesos y compuestos, sentados en sus asiento. Uno es San pedro, con sus llaves del cielo en las manos y el otro es Papa-chon, que ahora me arrepiento de no haber preguntado quien era pero me contuve  nada más ver la cara de Pepe y Marta ante la visión de estos dos ante el altar. ¡Feos no, lo siguiente!
Dimos una vuelta por la iglesia y fuimos a desayunar nuestras  ricas empanadillas y riquísimos jugos en una especie de pérgola que había en la plaza.  Aquí, los zumos de fruta naturales están riquísimos. Eran como las ocho de la mañana y hacia bastante calor aunque menos pegajoso que los días anteriores porque el cielo estaba limpio de nubes.  No me hubiera importado quedarme sentada un buen rato allí, de lo bien que estaba pero teníamos que seguir, porque hasta la playa de las lajas donde pasaremos la tarde y noche quedan como 4 horas.
La carretera se hizo muy pesada porque en muchos tramos había obras y teníamos que disminuir la velocidad y también porque circulaba mucho camión pesado y lento que no siempre se podía adelantar.  Íbamos entreteniéndonos con las señales de tráfico o con los avisos de las obras que, a nosotros los españoles, nos producen mucha risa porque no tienen el mismo significado. Por ejemplo encontramos carteles en color naranja fuerte con el siguiente letrero
Atención: banderillero en la vía
En nuestra imaginación aparece el banderillero en una corrida de toros y aquí es un obrero  con banderines para señalizar,  de la carretera que están arreglando
Otro ejemplo
Encontramos una señal de tráfico cuadrada y en su interior están las siluetas en negro de un mono y un armadillo. Debajo en el letrero pone: Atención fauna peligrosa.
También nos vamos poniendo al día en asuntos de trabajo, familia…
Cuando bajamos del coche a la puerta del hotel  el calor y la humedad se hicieron  insoportables para nosotros. De la recepción hasta la habitación ya íbamos empapados en sudor. Marta no, ella es casi panameña ya. Ni la recepcionista, ni las empleadas que veo haciendo las habitaciones, parecen sudar. Solo nosotros sudamos asquerosamente.
El hotel es de una sola planta,  tiene forma de U y por su  parte abierta  se sale a la kilométrica playa  caliente  del océano pacifico. Las habitaciones están pintadas de celeste. En el trecho han pintado nubes y en las paredes paisajes de palmeras, tortugas o delfines saltando en el mar. Las empleadas que hacen las habitaciones  han debido de hacer un curso de papiroflexia  donde han aprendido muy bien a hacer el cisne porque en cada cama hay un cisne hecho con las toallas que usaremos y en el baño hay un cisne hecho  con la toalla de manos y recoge los jabones y muestras de champú y gel de baño.
No queríamos  comer en el hotel sino en el pueblo de Las Lajas porque Marta decía que conoce varios sitios donde se come bien. Y porque es más auténtico comer en el pueblo.
Aquí, lo auténtico es ir sin prisa.  Es llegar al sitio de comidas, “Las olas”  y que te digan que nos atienden en seguida. En seguida  que llegue la cocinera que se fue a hacer unos recados. Así que mientras nos tomamos unas cervezas que entraron como el agua de la deshidratación que teníamos. Nos tomaron nota  para ir adelantando trabajo, y nos volvieron a poner unas cervezas  y una botella de agua fría, porque todo liquido parecía poco.
La cocinera llegó muy sonriente y sin prisa. Es una guapa colombiana que sin ser Emberá iba vestida con la túnica identificativa de éstos, en este caso de color naranja  y un sombrero de ala ancha para protegerse del sol. Nos dio la bienvenida a su casa y se marchó a cocinar nuestros pedidos pero por lo que tardó creo que fue a darse un baño y luego a cocinar. Pero esto es muy, muy autentico.
Tomamos ceviche, pargo con patacón y robalo con papas. El pargo y el robalo demasiado frito pero es que en todo Panamá lo ponen así. Todo muy rico, eso si.  Junto a los platos más agua, más cerveza y limonada.
La tarde en la playa fue magnifica. Sol, buena temperatura,  agua no cálida sino caliente y con olas de esas que nos gusta saltar y jugar con ellas. Por el cielo pasaron  bandadas de pelicanos y en la arena los cangrejos hacían dibujos que parecían pretrogrifos. En fin todo muy idílico
 El cielo fue  llenándose de nubes por el oeste  de tal forma que no pudimos contemplar la maravillosa puesta de sol en el océano, que dice Marta que se contempla aquí  pero a cambio el sol, nos ofreció un juego de luces entre nubes amarillas, naranjas, rosas, fucsia, azules grises… No, no he fumado nada. Así lo vi y así lo fotografié. Ya lo veréis.

Continuará…

2 comentarios: