1 PLAYA DE LAS LAJAS
Salimos temprano porque nos
esperaban unas cuatro horas para llegar a la Playa de las Lajas. Como a una
hora de camino hicimos una parada
obligada en “Quesos Chela”. Es un comercio de carretera de venta de
empanadillas, chichas o jugos… deliciosos. Tuvimos que hacer algo de cola para hacernos con
nuestras empanadillas de queso y pollo. Sería nuestro desayuno en el pueblo de Natá
con los jugos de maracuyá, limón y zarzamora.
El pueblo de Natá es el tercero
más antiguo que se fundó cuando los españoles llegaron a colonizar. Su plaza de
la iglesia en honor a Santiago es lo más bonito del pueblo y ya que estaba
abierta, entramos a verla. Es de principios del siglo XVI y se conserva estupendamente. Tiene cuatro naves y en las dos exteriores hay
dos zonas de entrada del exterior con
grandes puertas. Las cuatro estaban abiertas de par en par dando luz y aire a
la iglesia. Tiene bastantes tallas y las sacan para hacer representaciones con
motivo de la semana santa, navidad y otras fiestas locales. El altar es de
madera y algo plata pero lo más impactante es que delante de éste a la izquierda y mirando a los fieles hay dos
sillas donde están sentados los figuras a tamaño natural con túnicas de raso, muy tiesos y compuestos, sentados en sus
asiento. Uno es San pedro, con sus llaves del cielo en las manos y el otro es
Papa-chon, que ahora me arrepiento de no haber preguntado quien era pero me
contuve nada más ver la cara de Pepe y
Marta ante la visión de estos dos ante el altar. ¡Feos no, lo siguiente!
Dimos una vuelta por la iglesia y
fuimos a desayunar nuestras ricas
empanadillas y riquísimos jugos en una especie de pérgola que había en la
plaza. Aquí, los zumos de fruta
naturales están riquísimos. Eran como las ocho de la mañana y hacia bastante
calor aunque menos pegajoso que los días anteriores porque el cielo estaba
limpio de nubes. No me hubiera importado
quedarme sentada un buen rato allí, de lo bien que estaba pero teníamos que
seguir, porque hasta la playa de las lajas donde pasaremos la tarde y noche
quedan como 4 horas.
La carretera se hizo muy pesada
porque en muchos tramos había obras y teníamos que disminuir la velocidad y también
porque circulaba mucho camión pesado y lento que no siempre se podía
adelantar. Íbamos entreteniéndonos con
las señales de tráfico o con los avisos de las obras que, a nosotros los
españoles, nos producen mucha risa porque no tienen el mismo significado. Por
ejemplo encontramos carteles en color naranja fuerte con el siguiente letrero
Atención: banderillero en la vía
En nuestra imaginación aparece el
banderillero en una corrida de toros y aquí es un obrero con banderines para señalizar, de la carretera que están arreglando
Otro ejemplo
Encontramos una señal de tráfico
cuadrada y en su interior están las siluetas en negro de un mono y un armadillo.
Debajo en el letrero pone: Atención fauna peligrosa.
También nos vamos poniendo al día
en asuntos de trabajo, familia…
Cuando bajamos del coche a la puerta
del hotel el calor y la humedad se hicieron
insoportables para nosotros. De la recepción
hasta la habitación ya íbamos empapados en sudor. Marta no, ella es casi
panameña ya. Ni la recepcionista, ni las empleadas que veo haciendo las
habitaciones, parecen sudar. Solo nosotros sudamos asquerosamente.
El hotel es de una sola planta, tiene forma de U y por su parte abierta se sale a la kilométrica playa caliente del océano pacifico. Las habitaciones están
pintadas de celeste. En el trecho han pintado nubes y en las paredes paisajes
de palmeras, tortugas o delfines saltando en el mar. Las empleadas que hacen
las habitaciones han debido de hacer un
curso de papiroflexia donde han
aprendido muy bien a hacer el cisne porque en cada cama hay un cisne hecho con
las toallas que usaremos y en el baño hay un cisne hecho con la toalla de manos y recoge los jabones y
muestras de champú y gel de baño.
No queríamos comer en el hotel sino en el pueblo de Las Lajas
porque Marta decía que conoce varios sitios donde se come bien. Y porque es más
auténtico comer en el pueblo.
Aquí, lo auténtico es ir sin
prisa. Es llegar al sitio de comidas, “Las
olas” y que te digan que nos atienden en
seguida. En seguida que llegue la
cocinera que se fue a hacer unos recados. Así que mientras nos tomamos unas
cervezas que entraron como el agua de la deshidratación que teníamos. Nos
tomaron nota para ir adelantando
trabajo, y nos volvieron a poner unas cervezas
y una botella de agua fría, porque todo liquido parecía poco.
La cocinera llegó muy sonriente y
sin prisa. Es una guapa colombiana que sin ser Emberá iba vestida con la túnica
identificativa de éstos, en este caso de color naranja y un sombrero de ala ancha para protegerse del
sol. Nos dio la bienvenida a su casa y se marchó a cocinar nuestros pedidos
pero por lo que tardó creo que fue a darse un baño y luego a cocinar. Pero esto
es muy, muy autentico.
Tomamos ceviche, pargo con
patacón y robalo con papas. El pargo y el robalo demasiado frito pero es que en
todo Panamá lo ponen así. Todo muy rico, eso si. Junto a los platos más agua, más cerveza y
limonada.
La tarde en la playa fue
magnifica. Sol, buena temperatura, agua
no cálida sino caliente y con olas de esas que nos gusta saltar y jugar con
ellas. Por el cielo pasaron bandadas de
pelicanos y en la arena los cangrejos hacían dibujos que parecían pretrogrifos.
En fin todo muy idílico
El cielo fue llenándose de nubes por el oeste de tal forma que no pudimos contemplar la
maravillosa puesta de sol en el océano, que dice Marta que se contempla aquí pero a cambio el sol, nos ofreció un juego de
luces entre nubes amarillas, naranjas, rosas, fucsia, azules grises… No, no he
fumado nada. Así lo vi y así lo fotografié. Ya lo veréis.
Continuará…
Que bonito tiene que ser y la playa con agua calentita como me gustaria verlo
ResponderEliminarkeremos esas fotos maravillosas
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