Me despertaba habitualmente alrededor
de las cinco. En esta isla me iba al porche y encendía el ordenador aunque
escribía poco porque enseguida me despistaba con cualquier bicho, las plantas o
con nada... solo viendo como se iba aclarando la mañana. A las seis menos
cuarto ya había bastante luz.
Sobre las nueve Pepe y Marta se
levantaron. Teníamos que dejar la casita a las once pero queríamos que Jenny
nos permitiera dejar las maletas en la casita hasta las tres o las cuatro que teníamos
que estar en el aeropuerto para regresar a Panamá city.
El desayuno fue completito porque
queríamos gastar todo lo que se pudiera echar a perder. Lo que no, como unas
pastas buenísimas y carísimas que compró Marta en una maravillosa tienda-cafeteria
griega en la ciudad, "Athanasiou", podíamos dejarlas allí, y es que Jenny
tiene una nota puesta en el frigo que dice más o menos esto "no tires la
comida que te sobre, el que venga si puede quererla"
Comimos huevos duros, piña, tostadas
de pan de Athanasiou con tomate rallado y jamón, pastas y café con leche.
Me acerque con Pepe a la casita de Jenny para pagarle y
pedirle que nos permitiera dejar las maletas pero ella, a la vez que se lavaba los dientes en su despachito, me dijo que se iba corriendo al médico porque sus niños
estaban malitos y tener una cita tan temprano era casi un milagro, que volviéramos
más tarde. ¡ay, Jenny si te hubiéramos podido pagar!
Cerramos la casita y nos fuimos a
la calle comercial para coger un watertaxi
que nos llevo a isla Carenero para pasar la mañana y luego comeríamos allí en
un lugar que le habían recomendado a Marta para
tomar langosta, como despedida de estas paradisiacas islas.
Estuvimos solos en la playa, bañándonos,
Marta haciendo snorkel con sus gafas, haciendo fotos... Tan solo pasaron, en dirección
al embarcadero una pareja de jóvenes estranjeros y en dirección contraria otra
pareja de chicos con tablas que luego cruzaron delante de nosotros por el mar,
practicando esta nueva modalidad de deporte Stand
up Paddle
Empezaron a caer cuatro gotas y
cuando salimos del agua pepe preguntó
-¿Dónde está mi bolso?
Mirando a un lado y otro dijimos
nosotras
-Estará aquí, debajo de la toalla
o del pareo...
- No está aquí. ¿ Dónde está mi
bolso?
Ya con algo de tensión dije
- ¿A ver si se quedó en el
embarcadero?
Pepe con las manos en la cabeza preveía que algo malo pasaba y Marta decía
-¡No pasa nada, todo tiene
arreglo!
Pepe se fue hacia el embarcadero
y a mí me empezó una taquicardia... no podía ni respirar.
En el boso iban nuestros
pasaportes, la cartera de Pepe con el dinero para pagar la casita a Jenny, cuarenta
y seis dólares que nos quedaban, la tarjeta
de crédito, el móvil, gafas de sol...
Marta, creo que me iba diciendo
que no podíamos salir de allí sin pasaportes, que ella iría a la embajada...
-¡¡¡ Mamá ya viene papá, con el
bolso!!!
Lo había encontrado cerca del
embarcadero entre las palmeras tirado. Habían sacado el dinero de la cartera y
cogieron el móvil.
Llovía, nos llovía pero no
importaba, la paliza emocional que teníamos era más fuerte y más molesta que la
lluvia. Marta llamó al watertaxista que nos recogió en unos minutos.
Aunque comprendíamos que después de todo habíamos tenido suerte de
encontrar el bolso y los pasaportes, la sensación
de que otros vengan y se apoderen de tus cosas es fuerte. Es la impotencia de
no poderlo evitar. El móvil es algo más que el aparato electrónico, es casi
parte de nuestro cuerpo, en él se encuentra información valiosa, cosas
personales, vivencias en formato foto irrecuperables porque Pepe no las tenía
en la nube...
Pepe no disfrutó de la deseada
langosta y tampoco disfrutó mucho los días
posteriores que nos quedamos en Panamá
Bocas del Toro, maravillosas islas que no olvidaré.
No olvidaré que aquí empecé aprender a montar en bicicleta. No olvidare el sonido de las ranas tan peculiar, No olvidaré que nos robaron. Y no olvidaré que quise comprar la Yelow House dejarme las canas y hacerme rasta; establecerme ...y montar un negocio
No olvidaré que aquí empecé aprender a montar en bicicleta. No olvidare el sonido de las ranas tan peculiar, No olvidaré que nos robaron. Y no olvidaré que quise comprar la Yelow House dejarme las canas y hacerme rasta; establecerme ...y montar un negocio
Continuará...
:_(
ResponderEliminar